miércoles, 23 de febrero de 2011

Itinerarios Turísticos Habituales VIII

Vuelta a San Lorenzo.

Podemos volver hacia el interior del barrio de San Lorenzo para continuar el recorrido por el mismo, tomamos por la calle de los Frailes, donde se encuentra el cine de verano “Delicias”, cines con encanto los de verano en Córdoba, una antigua tradición, cuando comenzaron las sesiones cinematográficas, fueron los primeros en la aventura del cine y nuestra ciudad no los ha querido olvidar, volviendo su mirada hacia ellos, y no solo este cine, hay otros, “Coliseo San Andrés”, “Fuenseca”, “Olimpia”, y a la luz de la luna y de las estrellas. Tras la calle de los Frailes, la Plaza de San Juan de Letrán, y próxima la iglesia de San Lorenzo, que ya hemos visto, podemos seguir por la calle de Santa María de Gracia, triste imagen de lo que no debió de suceder, pues de derribó un convento de la segunda mitad del siglo XV, perteneciente a la orden de las dominicas. Sus orígenes están en 1475, cuando Pedro Ruíz de Cárdenas, alcalde mayor y veinticuatro regidor de Córdoba, en su testamento, dejó sus casas principales en San Lorenzo, para fundar el mencionado monasterio y para su mantenimiento donó diversos bienes (así lo dice J.M. Escobar Camacho, “Córdoba en la Baja Edad Media”). Por la misma plaza se puede acceder a la plaza de San Rafael, o del Juramento. La iglesia que la preside fue levantada en honor del arcángel, construida una primera iglesia y la hermandad que se constituye a mediados del siglo XVII, aunque la que vemos hoy es de los últimos años del Setecientos, pues las obras comenzaron en 1796 y el nuevo templo se consagró en 1806, la obra de Vicente López Cardera. De estilo neoclásico, con influencias italianas. Se conjugan el espacio longitudinal con el espacio centralizado característico de las iglesias conmemorativas, tres naves cubriéndose la central con bóveda de cañón con lumetos, y las laterales con arista. Por encima de estas se abren tribunas. La cabecera como una capilla circular con cúpula, rodeada de nave como deambulatorio. La fachada termina en un frontón triangular, potenciada por las dos torres que la flanquean, ha sido valorada como el último ejemplar neoclasicista de la ciudad. En el frontón, los tres vértices se marcan con las esculturas del titular, de San Acisclo y Santa Victoria. Tallas de piedra, contratadas por el milanés Jerónimo Butti. El ornato del templo, en estilo barroco dieciochesco. En la capilla mayor destaca la talla de San Rafael, cubierta por un templete neoclásico. Esta talla realizada en 1735 por el escultor cordobés Gómez de Sandoval y retocada por el mismo escultor en 1795. Fue retocada nuevamente en 1846, renovándole la policromía. En cuanto a pintura varios lienzos del XVII anónimos y de estética local y las del Setecientos, entre ellos, la Inmaculada con los santos martires, de Antonio Palomino, entre los más notables, se distribuyen por las diferentes naves y a los pies del templo, dos medios puntos con las apariciones al padre Roelas de San Rafael y de los santos Acisclo y Victoria (las apariciones al padre Roelas marcan el comienzo de la devoción al Arcángel en Córdoba, pero el detonante de la devoción que se despertó en esta ciudad fue la epidemia de peste que hubo en Junio de 1649).


Muy cerca, en la calle Buen Suceso, el convento-hospital de Jesús Nazareno, cuyo origen estuvo ligado a la Cofradía de Jesús Nazareno, fundada por los fabricantes de paños en la collación (barrio) de San Lorenzo y en torno a la ermita de San Bartolomé. En 1676 fundo el padre Cristóbal de Santa Catalina la orden hospitalaria del mismo nombre que la citada cofradía, con ramas masculina y femenina y bajo la regla terciaria franciscana. De la primitva ermita de San Bartolomé sometida a sucesivas ampliaciones hasta la reforma más profunda con la ampliación de la única nave en el siglo XIX, tenemos la iglesia de dicha institución. Cabecera plana con camarín y pequeño crucero. Las bóvedas de crucería neogótica. La capilla del reservado tiene la pieza más antigua, el Crucificado del Consuelo, talla de hacia 1500, con características bajomedievales y renacentistas. A finales del siglo XVI se talla la imagen de Jesús Nazareno, tan venerada. En cuanto a pinturas destaca el gran lienzo de la Coronación de la Virgen, de 1651, obra señera de Antonio del Castillo. A este pintor se le atribuyen las pinturas murales de la nave, que representan a San Dimas y a Santa Elena. El Hospital posee pinturas interesantes de los siglos XVII y XVIII, entre las cuales la serie de lienzos sobre episodios destacados de la vida del padre Cristóbal de Santa Catalina, realizados en 1762 por el pintor Antonio Torrado. El retablo mayor realizado por Antonio del Hoyo a fines del Setecientos. En la década de 1960 fue transformado por Andrés Valverde Luján. Cuerpo dividido en tres calles con banco y ático, cambiando las hornacinas por registros para lienzos. Más modernamente la llegada al hospital por una donación de la imagen de vestir de María Santísima Nazarena, del siglo XVIII. Del barroco Setecentista hay otras piezas artísticas, pequeños retablos, el sagrario del retablo mayor, candelabros, atriles, lámpara y un incensario del XVII. Las reformas del siglo XX, colocaron el coro alto a los pies, en la década de los 60, y en 1984, se adaptó la puerta para la salida de la cofradía. El hospital fue también reconstruido en los años setenta para adaptarlo a las exigencias actuales de la sanidad (como venimos haciendo para la cuestión artística de iglesias y conventos, utilizamos el ya mencionado tomo 2, de Córdoba Capital).


Al final de la calle se encuentra la plaza de San Agustín, con el convento dominico del que forma el nombre, lugar popular e interesante, pese al abandono que ha arrastrado, así como su iglesia, afortunadamente y por fin restaurada. El convento de San Agustín desde su fundación por Fernando III habrá ocupado diversos lugares hasta que se situó en 1328 en el lugar que da nombre a la plaza, donándole para ello Alfonso XI varias casas y una huerta, y la mitad del agua de la Fuensanta Vieja (según nos dice J.M. Escobar Camacho, en Córdoba en la Baja Edad Media, ya citado). Sobre la iglesia de dicho convento, las construcciones más antiguas datan de 1328, cuando Fernando Díaz Carrillo funda la capilla mayor para enterramiento, por lo que las obras de la cabecera podían haberse hecho en la primera mitad del siglo XIV, aunque se piensa por las restauraciones llevadas a cabo que el templo se construyó en su totalidad y no solo la cabecera. La iglesia medieval sería de planta rectangular, crucero alineado y triple ábside poligonal. La cabecera compuesta por un ábside central y dos laterales, cubiertos con bóvedas de crucería gótica con espinazo central. La portada principal estaría a los pies y sería ya del siglo XV. En 1488 fray Antón de Córdoba contrata con Luis Fernández y Pedro Romana la pintura del retablo, que había contratado para que realizara la talla a Guillermo Alemán, y algunos años después, en 1491, concierta con Juan de Burgos pintar las ventanas y cortinas de ambos lados del altar mayor y las vidrieras del templo (según el ya citado tomo 2 de Córdoba Capital), pero en un trabajo anterior de otra autora se dice que dicho retablo del altar mayor, presentó en su contratación cierta problemática. En 1488, dicho fray Antón de Córdoba efectivamente realizó el contrato con los mencionados pintores que pintarán y dorarán el retablo una vez realizado por el entallador Guillermo Alemán. Pero un año después se hace otro contrato ante notario en el que el mismo fraile vicario, Antón de Córdoba, rompe el contrato anterior con el entallador Guillermo Alemán, porque no había cumplido en la realización del retablo, quedando exento de pagarle y dejando libres al entallador y a sus fiadores, con lo que, dice que el entallador no realizó el retablo, además el mismo día del contrato de anulación, el mencionado vicario contrata a tres carpinteros, Diego Ruiz de Valencia, Diego López y Francisco Fernández, yerno del primero, vecinos de San Pedro, para la realización de la talla a destajo del retablo en cuestión, exponiendo que debía ser realizado según la manera y forma en que estaba dibujado en un papel que le entregaba el vicario, con su firma y la de los escribanos (notarios). Este contrato tenía fecha de 17 de Marzo de 1489, tres meses después, es decir, 27 de Mayo de 1489, el vicario contrata al pintor Juan de Burgos, vecino de Santa Marina, para realizar el dorado del retablo que los carpinteros mencionados estaban haciendo, por tanto, el dorado no fue realizado por los pintores Luis Fernández y Pedro Romana, aunque así lo tuvieran estipulado en el primer contrato, quedando la duda de si fueron ellos finalmente los autores de la pintura, por las circunstancias que se dieron y el tiempo transcurrido. Posteriormente, en 1941, se hace una nueva escritura entre el mismo vicario y el mismo pintor Juan de Burgos, para pintar las ventanas y sus vidrieras y las cortinas de ambos lados del altar mayor (J. Leva Cuevas, “Situación Socioeconómica de los Pintores Cordobeses (1460-1550). Aportaciones al estudio del retablo del monasterio de San Agustín”, en Ámbitos nº 14 (2005)). El retablo actual no es el primitivo de 1489, del cual no se conserva ningún resto, teniendo que recurrir a la documentación notarial como testimonio de su realización; todo ello nos interesa porque nos hace darnos cuenta de que los edificios que actualmente vemos sufrieron todo un proceso de reformas y transformaciones a lo largo de los siglos, que mejor o peor fortuna, pero son el conjunto de una serie de elaboraciones de las generaciones que pasaron por ellos. A lo largo del siglo XVI se realizaron importantes obras, entre ellas la torre formada por dos cuerpos, el primero rectangular y el segundo cuadrangular, con doce vanos enmarcados por pilastras toscanas, así como el frente principal del coro, pero la gran reforma de la iglesia se hace entre 1617 y 1630, siendo prior de la orden fray Pedro de Córdoba, de autor desconocido, pero tuvo en cuenta el modelo arquitectónico de la iglesia mayor o Catedral. Se mantuvo la triple cabecera medieval, pero los elementos se decoran con pinturas murales representando ángeles portando instrumentos musicales. El crucero se modificó y en los laterales se mantuvo la cubierta de crucería gótica con pinturas murales con representación de santos y santas de la orden de San Agustín. El espacio central se cubrió con gran bóveda ovoide dividida en gajos, sobre pechinas ornamentadas con representaciones de los Padres de la Iglesia. La planta rectangular dividida en tres naves de seis tramos se mantuvo, pero los pilares se convirtieron en grandes rectángulos totalmente cubiertos de decoración. La nave central cubierta con bóveda de cañón con lunetos, compartimentada en recuadros y decorada con pinturas murales con los apóstoles. En los lunetos parejas de santas. Las características de estas pinturas hacen atribuirlas a Juan Luis Zambrano (1598-1639). En la nave del lado de la derecha abren cinco capillas entre los arcos formeros. El coro ubicado a los pies y en alto y apoyado sobre ricas ménsulas. El sotocoro ornamentado con yeserías y pinturas murales, destacando una Inmaculada, obra fechada en la primera mitad del siglo XVII, atribuida a Cristóbal Vela. La portada principal, situada a los pies, con vano adintelado enmarcado por columnas sobre las que apoya su entablamento coronado por frontón partido y en el centro una hornacina con el titular, rematada por frontón curvo y flanqueada por escudos. Se completa la fachada con dos puertas que comunican con las naves laterales, adinteladas y rematadas por frontón partido que lleva al centro una cartela con escudo. Pero sufrió sucesivos deterioros, con la invasión napoleónica se incendió, llevando a una restauración en 1815, desconociéndose su alcance, con la desamortización de Mendizábal, fue exclaustrado y durante un tiempo estuvo cerrado; a comienzos del siglo XX el obispo Pozuelo lo cedió a los dominicos, entonces debió alterarse la portada principal del templo, con una remodelación historicista que explica el interior del vano neogótico. En los años Ochenta se plantea la reconstrucción del edificio y el rescate de las pinturas murales (se sigue utilizando el tomo 2 de Córdoba Capital). Actualmente se ha restaurado y puesto en funcionamiento tras muchos años de estar cerrado el templo, y se puede contemplar en todo su hermoso esplendor.


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